Dos años después de extrañar mucho, volvimos a "La Perla del Paraná", siempre con los servicios del Cordobés, como las tres visitas anteriores.
Después de más de 10 horas de viaje, llegamos a las cabañas y desayunamos rápidamente. Nos abastecimos en un autoservicio camino al embarcadero y directo a la lancha, donde nos esperaba Keko, nuestro guía.

Realmente, merece la foto de tapa, por decirlo así, porque gracias a él, no sólo pescamos lo que pescamos, sino que la pasamos genial en todo sentido, sobre todo como grupo humano.
Vayamos a la pesca. Las primeras cepilladas a trolling dieron por resultado tres armados tan feos que no merecen tener su foto aquí.
Pero, luego de cambiar de lugar y tras varios intentos, apareció el primer dorado:
Quién lo sacó? Adrián.
Después vino el turno del debutante en el litoral: mi querido amigo de la A.A.P: Maxi Giusse.
Y vendría el segundo de Adrián, más lindo que el anterior. Yo miraba todo desde afuera.

Y ni que hablar de este otro "doradito" de Maxi, disminutivo que llevó al enojo de mi amigo.
Creo que estaba tan caliente por no haber sacado un pescado, que nada me parecía bien. Y si bien ahora lo recuerdo con alegría y nostalgia, en ese momento Maxi se calentó feo y con razón.

Pero no estaba todo perdido para mí.
Llegó durante el segundo día de pesca el momento del milagro.
Resulta que el señuelo amarillo y rojo de Adrián, que se puede ver perfectamente en la primera foto de este informe, se había enganchado un montón de veces en los palos que duermen en el fondo del Paraná. Y todas las veces zafó, sólo o con la ayuda de Keko.
Pero esta vez se había enganchado feo. En ese momento y gracias a los efectos de la cerveza, se me ocurrió lo siguiente: saqué un billete de 50 pesos y le propuse a Adrián comprárselo a ese precio, si es que Keko lo hacía zafar de la tranca. Adrián aceptó y con mucha habilidad, Keko lo zafó.
Ahí nomás puse el flamante artificial en el mosquetón de mi línea y Adrián, que es un señor, le regaló a Keko los 50 pesos.
En las próximas horas de la tarde sacaría tres dorados espectaculares con ese muñeco amarillito:
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Este primero de 4 kilos y medio aproximadamente.
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Este segundo de 5 kilos y medio aproximadamente.

Y este tercero de más de 7 kilos de pura potencia.
Estaba hecho un loco de la alegría.
Pero eso no fue todo, en las pasadas que hicimos con señuelos de profundidad buscando el surubí, pude clavar este hermoso cachorro pintado, la frutilla del postre:
Conclusión: de nada a todo. Una pesca milagrosa y extraordinaria.
Esta experiencia me dejó mucho por pensar sobre cómo afrontar la adversidad en este tipo de salidas y sobre por qué a veces no puedo con la ansiedad y el fracaso.
Es decir, hay mucho por aprender, más sobre cuestiones humanas que sobre técnicas de pesca.
Un lujo este viaje: lo pagaría una y mil veces. Por la pesca, por Keko, por Empedrado y, sobretodo, por Adrián y Maxi, mis dos grandes amigos.
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