Este sábado 31 de marzo fuimos con Maxi y Adrián a conocer San Nicolás y a intentar pescar algún dorado o tararira que anduviera por ahí. Sabido es que debido al color del agua, el dorado está esquivo en toda la cuenca del Paraná y del Río de la Plata, pero así y todo el guía Gustavo Aliani quería probarlos con morenas sobre el Paraná. Fueron intentos casi nulos, sólo yo logré clavar dos doradillos muy pequeños que se desprendieron en pleno salto cerca de la lancha.
A media mañana decidimos ir a probar suerte con las taruchas, a un hermoso arroyo ubicado en una zona denominada El Tonelero. Allí, estando muy bajo el nivel del agua y habiendo mucha vegetación, se hizo necesario el uso de señuelos de goma con antienganche, lo cual sabemos que es más difícil que pescar con señuelos duros con anzuelos triples. Pero el desafío estaba planteado y era una buena ocasión para pulir esa modalidad, muy común por cierto en este tipo de pesca.
Con ranas marca Marine Sports y Scum Frog, empezó a explotar el agua en superficie en ataques cortos y esporádicos, pero muy violentos. Qué difícil es clavarlas justo en ese instante! Afilando el pulso, se empezaron a lograr capturas de variados portes. Según mi amigo Maxi, que fue quien más renegó con esta modalidad de pesca, las taruchas no atacaban a la rana como para comer, sino sólo "para rechazar al intruso". La frase me pareció tan buena y me hizo reir tanto en el tono y en el contexto que la profirió mi gran amigo, que la puse como título del informe. Buscando alternativas, Maxi puso un par de señuelitos Strike Pro de media agua y, probando en zonas más hondas del arroyo, sacó dos lindos doraditos cercanos a los 3 kilos de peso y unas cuantas palometas que lo hicieron divertir y olvidar el mal día taruchero que le tocó vivir.
Al mediodía paramos en la sombra a comer unos sandwiches de miga de otro planeta y a descansar un poco. Terminado el convite, por iniciativa del guía fuimos caminando hasta una especie de lagunita situada paralela al arroyo pero escondida detrás de un terraplén. Allí sacamos un montón de tarariras chicas con ranas y con algún que otro paseante medianito. Fue muy divertido pescar con el agua hasta la cintura en medio de los repollitos. Uno podía "armar su escritorio", como bien dijo Maxi, poniendo sobre la vegetación las cajas con los señuelos y demás pertrechos. De entrada fue un tiro un pique, pero con el correr de las capturas el pique fue mermando hasta cortarse por completo, supongo porque las habíamos pinchado a todas. Así que remontamos el arroyito y buscamos otro tapón para hacer los últimos lances de la jornada, metiendo algunos ejemplares más.
En fin, contabilizamos más de 50 capturas de tarariras, casi todas entre Adrián y yo, ya que Maxi sólo metió una! (cosas increíbles de la pesca, ya que casi siempre es él quien nos pinta la cara). A esto hay que sumarle los 2 dorados de Maxi y un chiquilín que saqué yo, además de innumerables palometas. Fue un día espectacular, superdivertido y regado de cerveza, en un lugar nuevo para nosotros, con un guía macanudísimo, superservicial y muy recomendable. Si Dios quiere y las aguas se aclaran, en dos meses volvemos en busca de los dorados.
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